A Favor De Que Estaban Los Llustrados

El rey trataba de iniciar una reforma política y social dirigida a recortar el poder de la Iglesia y la nobleza a favor de la burguesía. El Estatuto de Bayona, promulgado en el mes de julio de 1808 y redactado por consagrados afrancesados, había puesto de relieve la llegada de aquellas transformaciones en ámbitos como la enseñanza, el derecho o la religión. No es de extrañar, ya que, que en tal situación, con el descrédito planificando sobre los Borbones, un ámbito de la población aceptara de buen grado la oportunidad de un cambio dinástico. E incluso que, además de por prudencia, una selecta minoría lo hiciese por proseguir sus más profundas convicciones. Estos eran los herederos intelectuales de los ilustrados reformistas que en la época del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, habían intentado dar a conocer la filosofía del Siglo de las Luces, fundamentada en el dominio de la razón y en el espíritu de la Enciclopedia.

En el siglo XVIII -el Siglo de Las Luces– aparecieron personas que, como faros, iluminaron el sendero que propició mucho más avances en el mundo entero. Algunos pensadores en Francia, como Voltaire, Diderot, D’Alembert, marcaron un antes y un después en todos los pensamientos y también ideologías de Occidente. Los antiguos regímenes caían y allí donde fueses podías ver a intelectuales que luchaban por la enseñanza, por el nuevo derecho burgués, por la libertad de expresión. Fue el siglo de la Revolución Francesa y del gobierno del terror en Francia.

En España los ilustrados coincidieron con la llegada de los Borbones al trono. La predominación de los ilustrados franceses llegó con el nuevo rey como un soplo de aire limpio. La corte barroca de los Austrias era ahora una corte trasnochada que tan solo recordaba los viejos tiempos de poderío hispano, sin estimar ver como poco a poco su imperio se había transformado en un reino a la cabeza de la mediocridad europea, viviendo del recuerdo. Por primera vez el poder y los ilustrados lucharon juntos por la modernidad.

La Historia Interminable

Se opusieron a la sociedad estamental y argumentaron que todas la gente nacen libres e iguales. Por tanto, apoyaron la movilidad popular y el mérito según la valía y el intelecto de la gente. Este artículo se apoya en un producto publicado en el número 437 de la gaceta Historia y Vida. Lanzando sus dardos represores contra afrancesados y liberales, el absolutismo fernandino pudo asentarse.

Su situación no hizo mucho más que empeorar a lo largo de 1813, a medida que se hacía patente el fin de la soberanía de José Bonaparte. El monarca ofreció una salida digna para esos que aún no habían sido detenidos y con cuyo favor había contado. Esta insurrección popular, acaudillada por varios aristócratas, conllevó la abdicación del Rey en su hijo. La coyuntura fue aprovechada por Napoleón –a quien Carlos IV había solicitado ayuda– para captar la familia real a Bayona y, una vez allí, obligar a Fernando VII a devolver la Corona a su padre. Tras la invasión napoleónica un ámbito de la población colaboró con el nuevo rey, José Bonaparte.

Rousseau no explícita la manera más óptima de gobierno, sencillamente afirma que este debe ser inversamente proporcional al tamaño de la población. Esto es, democracias para estados pequeños, aristocracias para estados intermedios, y monarquías para los enormes estados. Mientras que la mayor parte de españoles se levantaba en armas contra las tropas bonapartistas, el nuevo monarca solo hallaba apoyo en los afrancesados.

a favor de que estaban los llustrados

El artículo está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir Igual 3.0; pueden aplicarse cláusulas auxiliares. Al usar este lugar, usted admite nuestros términos de empleo y nuestra política de privacidad. Tanto Montesquieu como Voltaire representaban la tendencia racionalista de los ilustrados, pero se causó asimismo una reacción de carácter naturalista, cuyo gerente en Francia más importante fue Jean-Jacques Rousseau. La personalidad candente y apasionada de Rousseau le llevó a desdeñar los principios fríos y racionalistas de sus antecesores ilustrados. Montesquieu fue el proclamador en el continente de las ideas políticas del pensador inglés John Locke.

A pesar de que los filósofos ilustrados criticaron la política y la sociedad de su temporada, no pretendieron que los cambios se diesen por la vía revolucionaria; confiaban mucho más bien en un cambio pacífico orientado desde arriba para educar a las masas no ilustradas. Varios monarcas admitieron las ideas proposiciones por la Ilustración y dieron origen al despotismo ilustrado. Efectuó ensayos sobre filosofía, economía, política, costumbres o agricultura, aparte de ser un óptimo escrito de poesía y teatro. Para todos los historiadores del siglo XVIII y XIV Melchor de Jovellanos fue una de las figuras mucho más apasionantes de la narración de España.

Fue una época de cambios a pasos agigantados, posiblemente demasiado veloces para que todos lo entendiesen. Algunas enormes obras de este siglo cayeron derruidas por la prisa excesiva de los ilustrados o por el conservadurismo rancio y maligno del resto de la sociedad, pero lo que ahí pasó no podrá desaparecer nunca, la gente despertó y comenzó a meditar. Y es que la guerra del francés dividió a los ilustrados y les desgastó.

Social

Concentrados en la zona de la Gironda, el Estado francés ni siquiera escuchó las continuas peticiones de José Bonaparte a favor de quienes le habían ayudado. Por fin, hubo de hacerse cargo de ellos en lo personal a través de la entrega de un millón de francos de su peculio particular. Por su “colaboración con el enemigo”, los afrancesados fueron en su mayor parte incapacitados para desempeñar cargos públicos a lo largo de las Cortes de Cádiz.

De origen suizo, los escritos de Rousseau iban mucho más encaminados a la pedagogía en la educación. Según el filósofo, desde pequeño se debía instaurar en el alumno la iniciativa de independencia, aparte de dejar de enseñar a los más pequeños como si fuesen adultos. Entre los integrantes más activos de la Ilustración, Francois-Marie Arouet enfatizó el poder de la razón y de la ciencia por encima de las religiones. En medio de estos fieles a la causa de José Bonaparte abundaban los nobles, los eclesiásticos y los terratenientes incondicionales del régimen absoluto. Fieles al principio monárquico, juraron sus cargos en defensa de la institución por encima de la legalidad dinástica.

Esta elite ilustrada preconizaba la necesidad de hacer desde el poder ciertas reformas políticas y sociales, tal como la conveniencia de evitar un enfrentamiento bélico con Francia. Ya anciano, desde su castillo de Ferney, Voltaire fue el «rey» de toda la Europa intelectual. Sus cartas llegaron a todos y cada uno de los salones ilustrados del mundo entero y fueron leídas con avidez y admiradas. En su obra Leviathan, Thomas Hobbes ayuda a alimentar las corrientes del despotismo ilustrado, que veía al Estado como garante y tutor del pueblo que padecía un estado de minoría de edad persistente. Se transformó en entre los individuos más influyentes en la política francesa del siglo XVIII, a pesar de que fue un individuo muy crítica con la Ilustración de su país. Este movimiento intelectual que tenía a la razón como su principal base de actuación, se realizó gracias a una sucesión de pensadores que desearon desmoronar muros, aunque jamás pensaron en una revolución, y que trajeron consigo el conocido Siglo de las luces.

Lo preciso era contar con un monarca digno y avalado por la integridad de su conducta. Si, además, su vínculo con la Revolución Francesa dejaba pensar que salvaría a España de su atraso social y económico, mejor que mejor. Los problemas del Estado absolutista requerían de la colaboración de personas cualificadas y con novedosas ideas, prestos a reformar y también impulsar el avance político y económico de las naciones. El monarca ilustrado es un soberano que acepta los principios de la Ilustración y desea colocarlos en práctica para conseguir una mayor eficacia del Estado, en beneficio de este y de los súbditos. Se enmarca dentro de las monarquías absolutas y forma parte a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen europeo, pero introduciendo las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales, las decisiones humanas son guiadas por la razón. Otro de los enormes ilustrados del siglo XVIII fue indudablemente Jean-Jacques Rousseau.

Es ciudadana en el sentido en que constituye la soberanía; o sea, dejando de lado los intereses particulares de cada sujeto y apelando a la voluntad general del pueblo. Es entonces que se proclaman leyes generales y se compone el poder legislativo, poder soberano de esta república. La sociedad es también súbdita, puesto que todos tienen la obligación de obedecer estas leyes. Esta doble función de la sociedad apela a la soberanía del pueblo, en tanto que no hay mayor autonomía que el seguimiento riguroso de leyes impuestas por uno mismo. Sin embargo, para el buen ejercicio de estas leyes, es requisito un gobierno que las ejecute. De esta necesidad nace el poder ejecutivo, que se somete al poder legislativo , y actúa en sintonía a estas leyes.