El Bar Que Se Trago A Todos Los Españoles

Las ligeras coreografías embellecen un texto precaución al milímetro, que avanza dejando un poso poético en los labios de sus protagonistas, más de cincuenta personajes compendiados en un reparto de nueve actores. Un grupo actoral, cuya máxima virtud se encuentra en la estabilidad de calidad interpretativa que acentúa la polifonía coral. Por eso, tampoco sorprende que Alfredo Sanzol haya empleado la magia de estos santuarios del ocio para ambientar y condensar una ambiciosa obra en la que trata de desgranar la idiosincrasia española, a través del viaje iniciático de un Odiseo navarro llamado Jorge Arizmendi .

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Un kilométrico aplauso con parte del público en pie despidió anoche tras tres horas de función la presentación en Barcelona, en el Teatre Lliure, de El bar que se tragó a todos y cada uno de los españoles . Pero en esa exigencia a la que se somete esta obra, se ve una insistencia en el chiste. Una reiteración en el mismo tono, sin que realice seguir la conciencia del personaje. Una tortura a la que se somete a un personaje en la Roma vaticana de los años 50 en un baño, excesiva para lo que se quiere hallar del torturado, como en toda comedia. Tras alargarla con mucho humor y sin someter al público a la visión de esta, se cierra volviendo sobre el chiste por parte del torturador, un cura que se llama Txistorro, sí, de esta manera y se pronuncia Chistorro.

España Al Calor Del Amor En Un Bar

La que exhibe la madre del personaje principal de la obra cuando manda a su hijo, un niño, al seminario. Esa melancolía que se puede comprobar en los cines en la actualidad viendo El chaval de Chaplin. O ese fondo inasible de profundo desconsuelo que no solo se ríe, sino que se palpa en la también recientemente remasterizada y restrenada El apartamento de Billy Wilder. Películas en las que piensa observando la obra y que recuerdan que no hay verdadera felicidad (doméstica) sin un fondo de angustia, de ahogo, de desolación. Asimismo dejan clavado en la butaca todos esos bares y lugares que se ven sobre el ámbito.

Cientos de curas por unas causas o por otras, se acogieron en España a esta novedad promovida por Juan XXIII y Pablo VI. Entre ellos estaba mi padre. El texto de Juan Diego Botto, dirigido con tiento por Peris-Mencheta, averigua en la vida y la obra del poeta granadino por medio de sus poemas, cartas, proyectos de teatro, charlas y entrevistas. Todo sirvió para construir una parte escénica de gran formato en la que el genuino personaje principal es el creador de Yerma. Un juego de espéculos, una exhibición de ilusiones contada e interpretada por nuestro Botto. A principios de los años sesenta del pasado siglo la Iglesia promovió una pequeña revolución al facilitar los procedimientos que concedían la dispensa a esos sacerdotes que querían dejar de serlo. Una cantidad enorme de curas se acogieron en España a esta novedad.

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Una comedia en la que el público ríe a mandíbula batiente y sin cansarse, más allá de que la obra dura tres horas. Un público que aplaude fuerte y con cariño en el final de la función. La autoficción es una de las corrientes en apogeo en los últimos tiempos en nuestros niveles. Bienvenida sea cuando está acompañada de la calidad y hondura que exhibía la compañía exlímite en Los Remedios.

A los españoles nos ha costado siempre y en todo momento ponernos en concordancia para casi todo, discutimos por sistema y cualquier nimiedad es susceptible de generar bandos opuestos. No obstante, hay un lugar donde las diferencias se diluyen y las treguas se respetan, ese sitio está al calor de la barra del bar. No es baladí que la Constitución mucho más longeva de nuestra historia, el culmen de la Transición que sentó las bases de la democracia de hoy, se pactara y redactara, tal y como cuentan los cronistas, en los salones del histórico Casa Manolo. Uno es lo que ha leído, así que uno va dejando trazos para crear un retrato. Asimismo se es lo que se ha bebido, pero eso deja un rastro más raro. Me acompañan en esta aventura gentes apasionadas de los libros, de la música, de los juegos para videoconsolas, de las entrevistas los cómic o los artilugios electrónicos.

Parque Warner La Capital Española

Mientras que, espera la dispensa papal para dejar sus votos. Regresa a España, recupera el cariño por Carmen, a la que ha popular en Estados Unidos, lo que agudiza su situación. Afirmemos además que Sanzol toma como motivo inicial la narración de su padre. Fue sacerdote, colgó la sotana, pero en casa jamás contó esa historia. Fue uno de los que modificaron de vida cuando ofrecer ese giro era una catástrofe, un cataclismo.

Mi padre siempre y en todo momento nos contó muchas historias de su vida, pero no nos contó la primordial. Esta obra desea dar luz y devolver la dignidad a todos esos hombres y mujeres que decidieron cambiar de vida, y que se expusieron a hacerlo. Escaparse de cura en la España de los años 60 suponía un seísmo personal, familiar, y político. Esta obra quiere dar luz y devolver la dignidad a todos aquellos hombres y mujeres que decidieron cambiar de vida y que se arriesgaron a hacerlo. “Creía que la vida da segundas oportunidades, que me quedaba todo por realizar (…) que morirse y resucitar era algo viable sin dejar que el corazón se parara”, enseña el cura Jorge Arizmendi, encarnado por un portentoso Francesco Carril. Es indudablemente una de las mejores comedias teatrales de los últimos tiempos; en lo personal, pocas obras me hicieron plañir tanto de la risa como esta.

Allí una congregación de progenitores escolapios le asiste para conseguir trabajo como vendedor de aspiradoras. Uno de los lugares que visita es un rancho en el que vive un matrimonio que sufrió últimamente el fallecimiento de un hijo. El primer espectáculo del dramaturgo y director Alfredo Sanzol como director del Centro Dramático Nacional llega a Barcelona recién estrenado. Hablamos de la crónica de Jorge Arizmendi, un cura navarro de 33 años que, en 1963, gracias a los cambios surgidos del Concilio Vaticano II, escoge cambiar de vida, colgar los hábitos y viajar a los USA para estudiar inglés y marketing. El artículo teatral de El bar que se tragó a todos los españoles (no he visto su representación), tiene algo que recuerda al teatro de Tadeusz Kantor. En Wielopole, Wielopole, recuerdo a Kantor en un rincón del ámbito, desde el que ordenaba los movimientos de sus actores, fantasmas de un pasado que orquestaba el directivo en una recreación hipnótica de una realidad revivida en cada función.

Afirma que lo hace para formar una familia, pero tampoco se ve en el personaje esa necesidad. Ni el secreto inexplicable de por qué los humanos quieren lo que dicen estimar. Porque Sanzol ha escrito obras como En la luna o La respiración y puso en escena con maestría y humor el misterio inexplicable de Aguardando a Godot. Tras la buena acogida que consiguió durante la pasada primavera, este otoño el Centro Dramático Nacional repite en el Teatro Valle Inclán con “El bar que se tragó a todos los españoles”. Esta obra escrita y dirigida por Alfredo Sanzol, director del CDN, cuenta la vida de Jorge Arizmendi, un cura que en 1963 abandona el sacerdocio y que viaja a USA para empezar desde el princípio. Una de las mejores obras de esta temporada teatral, que más allá de durar en torno a las tres horas llega a ser hasta corta.

El Retrato De Un País Acomplejado

Tanto que, igual que los bares de la obra se tragan a todos y cada uno de los españoles, este espectáculo se traga a sus espectadores. Sin embargo, es de sospechar que nada se moverá en ellos. Ningún resorte alén del resorte mecánico de la risa. Incongruencias que poco parecen importarle al público. Ellos ríen y se maravillan con lo que se cuenta en escena. Un elenco con la capacidad de suspender la credibilidad con su trabajo.

La historia de Jorge Arizmendi es una historia de desarrollo y transformación personal que simboliza la historia de desarrollo y transformación personal de una sociedad. Puede que la verdad siempre y en todo momento supere a la ficción, pero la ficción provoca que la verdad tenga significado, y para dar concepto me he apoyado en las historias de viajes y aventuras que contaba mi padre, y a partir de ellas he desarrollado la vida de Jorge Arizmendi. A inicios de los años sesenta del pasado siglo la Iglesia promovió una pequeña revolución de secuelas históricas, al facilitar los métodos que concedían la dispensa a aquellos sacerdotes que deseaban dejar de serlo.

Esa que consiste en llevar a cabo un desarrollo de investigación en la sala de ensayos con los actores sobre supuestos, expresiones o frases, que entonces él pulirá y va a escribir como escenas del texto. En la que después de despedirse, vuelve nuevamente el artista comunista que acaba de pintar un planisferio a Franco. Historia que han escuchado los dos tortolitos que protagonizan la función y, de nuevo, vuelven a contársela en el momento en que el pintor se marcha.

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